8 jul 2013

Relaciones oníricas




Una, dos, tres, cuatro gotas oí golpear sobre el suelo ya húmedo.


Un foco empolvado y del que brotaba una luz amarillenta colgaba, balanceándose, de unos cables enredados que salían por un agujero en el techo. Este parecía ser un factor que se repetía en todas las paredes de aquel cuartucho pues, sin importar a dónde miraras, encontrabas humedad u hongos. Habían dos olores que predominaban en el lugar: óxido y menta.
Parpadee un par de veces, tratando de hacer desaparecer la silueta, intermitente y de distintos colores, del foco. Sacudí la cabeza y traté de levantarme, apoyándome con ambas manos en la pared. Lo cual hizo que me diera cuenta de lo débil que me sentía. ¿Por qué?, pensé. Sin embargo este pensamiento se desvaneció tan rápido como se formuló puesto que me distrajo cierto chirrido metálico proveniente de afuera.


Caminé torpemente, tratando de no marearme demasiado y concentrándome en esquivar los pequeños charquitos que había en el suelo. Hasta que levanté la cabeza y lo vi. Apoyado sobre un mesa de madera en mal estado, trataba de arreglar un artefacto de metal que no logré ni me preocupé por identificar.
-¿Me quieres explicar por qué no estás vestida aún?
Tardé unos segundos en captar su pregunta y el hecho de que se estaba dirigiendo a mí. Por lo que, al entender, lo primero que hice fue fijarme en que lo único que llevaba puesto era una camiseta gris sucia y un short de deporte dos tallas más grandes. 
No le contesté, mas avancé hacia él, aún concentrada en el agua del piso.
-¿Qué haces?- le pregunté sin mostrar un real interés en lo que estaba haciendo pero sin dejar de mirarlo. Comenzó a explicarme, lo que hizo que su frente fruncida se relajara y que las comisuras de sus labios indicaran hacia arriba. Este sencillo gesto me hizo aprender dos cosas más sobre él: le gustaba hacer trabajos manuales y le agradaba escucharse hablar.
-¿Ves cómo este tornillo tiene punta plana?- me dijo, sacándome por un momento de mis cavilaciones. Asentí lentamente y esto hizo que su sonrisa se hiciera más evidente. Lo que me llevó a corregir un pensamiento anterior. No le agradaba escucharse, sino que le gustaba enseñar.





Acaricié su mejilla, provocando que dejara de hablar y me mirara, por fin, a los ojos. Me acerqué a él y rocé sus labios con los míos. Este retiró el rostro y me empujó sin fuerza para que me separara de él. Cogí la mano que tenía apoyada en mi torso y entrelacé nuestros dedos. Volví a inclinarme hacia él y uní nuestros labios nuevamente. Pero me rechazó. Sentí como su rechazo me inundaba desde las entrañas hacia afuera. Mis ojos amenazaban con  empezar a lagrimear y tuve que fingir enfado para no parecer tan vulnerable. Le solté la mano con brusquedad y retrocedí, empujando la mesa de madera y botando las herramientas que se encontraban al borde de esta. Un gruñido salió de mi garganta pero se rompió a la mitad y se convirtió en sollozo. Sentí como sus brazos me abrazaban por detrás y trataban de hacer que me calmara pero su tacto lo único que lograba era mermar más mi orgullo. ¿Primero me rechazaba y luego creía que tenía permiso para tocarme? Chillé y pateé al aire con furia hasta que me soltó.



Retiré un mechón de cabello que se estaba metiendo en mi boca y me aferré más a su cuerpo. El viento azotaba mi rostro por lo que traté de ocultarlo tras su espalda. Todo era un gran borrón de líneas horizontales color rojo y amarillo. En mi cabeza sonaba una canción con campanitas y bombo potente. La motocicleta paró de golpe y tan de repente que me alejó de la neblina envolvente y confusa que eran mis pensamientos. "-Baja." Le obedecí y traté de caminar aparentando normalidad, sin embargo el equilibrio me traicionaba provocando que me inclinara hacia un lado o que tropezara. Me reí de mí misma ante mi estado y seguí avanzando hasta que sentí que me jalaba del brazo y me hacía parar. "-Mejor entra conmigo." Me encogí de hombros para que viera que me daba igual. Él podría haber dicho que me tiraría de cabeza en el establecimiento ese y a mí no me habría importado en lo más mínimo. En ese momento solo le prestaba atención a las luces y la vigorizante música. 





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